Ides Nicaise

Este artículo fue traducido al español por Elisa Salinas.

Dos colaboradores de la red OCCAM (John Jerrim y yo) participamos en el Consejo Asesor del Informe UNICEF sobre desigualdades educativas en países ricos (Innocenti Report Card). Fue una gran experiencia, especialmente por la diversidad de perspectivas sobre el tema. Hubo muchos dilemas conceptuales, problemas vinculados a los datos, y decisiones difíciles relativas a la selección de los indicadores y la subsecuente clasificación de los países. Finalmente, el equipo de investigación de UNICEF tomó las decisiones metodológicas, lo que fue una suerte en vista de la falta de consenso dentro del Consejo Asesor.

Desigualdad versus desigualdad de oportunidades

Un tema clave en la literatura filosófica y social sobre desigualdad se relaciona con el nivel de «aceptabilidad» o «deseabilidad» de la desigualdad. Mientras que muchos pueden querer que las desigualdades disminuyan, algunos argumentarían que las desigualdades son “naturales” y -hasta cierto punto- deseables. La visión meritocrática sostiene que siempre existirá algún nivel de desigualdad debido a las diferencias “innatas” entre individuos; por lo tanto, es inútil e ineficiente que los encargados de las políticas públicas traten de erradicar completamente la desigualdad. Además, según los meritocráticos, las desigualdades en el rendimiento educativo que son resultado del esfuerzo deben ser alimentadas, no contrarrestadas. La única fuente de desigualdad que la mayoría de las posturas estaría de acuerdo en combatir es la desigualdad de oportunidades por origen social. En otras palabras, cada generación de niños debería tener las mismas oportunidades de “triunfar” (por ejemplo, en la educación o en el mercado laboral) independientemente de su origen, incluida la riqueza de sus padres.

La UNICEF decidió adoptar una posición neutral clasificando a los países en función de su desigualdad general en los resultados educativos (medida, por ejemplo, como la diferencia en rendimiento entre el 10% superior e inferior de los niños en lectura). Obviamente, se podría argumentar que existe una fuerte correlación (entre países) entre la igualdad general y la igualdad de oportunidades (sociales) y, por lo tanto, alabar a los países que ocupan los primeros puestos de la clasificación por tener sistemas educativos «equitativos». Sin embargo, existen muchas otras diferencias entre los países (por ejemplo, en la distribución del ingreso o la proporción de migrantes) que pueden explicar los buenos resultados de algunos países, pudiendo estos no deberse al sistema educativo per se.

El Informe “Un comienzo injusto”[1] también entrega información sobre el impacto del contexto socioeconómico en el rendimiento en lectura. La medida utilizada para este fin es el coeficiente de determinación (R²) de una regresión del rendimiento sobre el contexto socioeconómico. Este último parámetro también se usa como indicador clave de la desigualdad en el estudio PISA de la OCDE: más que el grado general de desigualdad educativa en un país, refleja la proporción de esa desigualdad que se explica por el origen social. El hecho de que un país tenga un 10% o un 30% de niños de la clase trabajadora en su población escolar no afecta el coeficiente de determinación.

“Un comienzo injusto” muestra una imagen bastante diferente de la desigualdad de un país dependiendo de la medida que se utilice. Tomemos como ejemplo el caso de Hungría. Este es un país con niveles “promedio” de desigualdad medida como la diferencia entre el 10% superior e inferior de habilidades lectoras, pero es uno de los países más desiguales en términos del coeficiente de determinación.

Desigualdades ocultas

Las evaluaciones internacionales a gran escala en educación como PISA, TIMSS, PIRLS e ICCS, han sido criticadas por utilizar muestras sesgadas que excluyen a los alumnos que faltan a clases y a los que abandonan la escuela, o por la infrarrepresentación de los estudiantes con necesidades educativas especiales. Sin intención de ignorar estas cuestiones, me gustaría destacar una diferencia importante entre PISA y los demás estudios, a saber, el muestreo por edad (en contraposición al muestreo por grado).

Las muestras basadas en el grado comparan el rendimiento de los estudiantes del mismo grado en los diferentes países, ya que su principal objetivo es evaluar el curriculum. La Figura 28 en «Un comienzo injusto» muestra la enorme variación entre países en el porcentaje de jóvenes de 15 años atrasados en el sistema escolar debido a la repitencia, la cual varía del 1,1% en Islandia al 34% en Bélgica. Además, el riesgo de repitencia, al igual que el bajo rendimiento, está muy desigualmente distribuido entre los grupos sociales dentro de los países.

No es de extrañar, por lo tanto, que la clasificación de países en función de la desigualdad social en la educación difiera mucho entre PISA y otros estudios internacionales. PISA refleja correctamente la parte de las desigualdades que se forman a través de la repitencia de curso, mientras que otras evaluaciones tienden a ocultar esta parte de la imagen. Los lugares de Bélgica y Francia en PIRLS y PISA son un buen ejemplo del sesgo resultante. Ambos se ubican entre los 15 países con mayor igualdad según PIRLS (figura 8 en «Un comienzo injusto»), y entre los 15 países con mayor desigualdad según PISA (figura 18 en “Un comienzo injusto”). Es cierto que las diferentes clasificaciones también pueden ser reflejo de las variaciones en la desigualdad social entre la educación primaria y secundaria.

En resumen, “Un comienzo injusto” esboza un panorama muy completo de las desigualdades educativas desde la primera infancia hasta la educación terciaria. Sintetiza también una gran cantidad de investigación académica que explica, detalla y enriquece el panorama general. Es importante que los usuarios tengan en cuenta todas estas consideraciones en los debates sobre la clasificación de los países.


[1] ‘Unfair Start’ en el original en inglés.

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