La medición cuenta: las pruebas internacionales y el crecimiento económico
Eric A. Hanushek y Ludger Woessmann
Este artículo fue traducido al español por Ana María Mejía Rodríguez.
Mientras que algunos países, como Alemania, son ávidos consumidores de los datos de PISA, otros – como los Estados Unidos – están mucho menos preocupados por los resultados de ésta. En la mayoría de los casos, las reacciones a los puntajes de PISA se basan en gran medida en nociones de orgullo nacional, en las que el país se sitúa en tablas de clasificación de resultados. Pero los resultados nos dicen mucho más. Los puntajes de PISA son un buen índice de la calidad futura de la fuerza laboral en cada país, y la calidad de la fuerza laboral, a su vez, ha demostrado ser un factor decisivo para determinar las tasas de crecimiento a largo plazo de las naciones.
Primeros estudios sobre la escolarización y el crecimiento económico
Durante el último cuarto de siglo, los economistas se han enfocado en el por qué algunos países crecen más rápido que otros. El crecimiento económico es lo que determina el futuro bienestar económico de las sociedades y, aparentemente, pequeñas diferencias en las tasas de crecimiento tienen enormes implicaciones para los niveles de ingreso futuros.
Hasta hace poco, esta investigación se enfocó en la escolarización – impulsada tanto por el extenso trabajo sobre los ingresos individuales como por la disponibilidad de estos datos – con el fin de caracterizar las diferencias en las habilidades de los trabajadores alrededor del mundo. A partir de 1990, los economistas empezaron a estudiar las determinantes del crecimiento a largo plazo (por ejemplo, Romer 1990; Barro 1991; Mankiw, Romer y Weil 1992). Aunque hubo algunos desacuerdos sobre cómo hacer este análisis y cómo interpretar los resultados, un punto clave es que prácticamente todos estos estudios midieron las habilidades con el grado de escolaridad. Sin embargo, cada uno de estos esfuerzos fue objeto de críticas constantes por no considerar la variación en las habilidades, por ignorar el capital humano producido fuera de las escuelas (dentro de las familias, por ejemplo), por ignorar cualquier consideración de la calidad escolar, y por preocupaciones sobre cuestiones de causalidad. Estas críticas han demostrado estar bien fundadas.

Nota. Gráfico de una regresión de las tasas de crecimiento medio anual (en porcentaje) del PIB real per cápita entre 1960-2000 sobre el promedio de los puntajes de desempeño estudiantil a nivel internacional, años de escolaridad promedio en 1960, y nivel inicial del PIB real per cápita en 1960 (media de las variables incondicionales añadidas a cada eje). Fuente: Hanushek y Woessmann (2015).
La medición directa de habilidades hace toda la diferencia
A medida que se dispone de mejores datos de pruebas internacionales, la importancia de la calidad educativa para determinar el bienestar económico se ha vuelto innegable. Específicamente, las diferencias en el crecimiento a largo plazo de las naciones están estrechamente ligadas a los resultados de las pruebas internacionales (Hanushek and Woessmann, The Knowledge Capital of Nations, MIT Press, 2015). La figura 1 muestra la relación entre los resultados de las pruebas y las tasas promedio de crecimiento del PIB per cápita para una selección de países entre 1960 y 2000.
En resumen, el crecimiento está estrechamente ligado a las habilidades de la población de un país, y pruebas internacionales como PISA y TIMSS hacen un buen trabajo midiendo estas importantes habilidades de la fuerza laboral. Además, una vez que las medidas de lo que saben los estudiantes son incluidas en los modelos de crecimiento, los años de escolaridad no ofrecen ningún poder explicativo adicional.
La medición importa. Esto hace que la política pase inmediatamente de enfocarse sólo en la escolarización a enfocarse en las cuestiones más importantes de la calidad escolar.